Diario de escritor

sábado, 7 de junio de 2008

Áreas esclavas de humo

-¡Loco, no puedo creer que el humo de Zárate llegue hasta Quilmes! ¡Y se está metiendo en la Facultad, es insólito!

Era miércoles y era nueve de abril. Estas palabras en un tono entre irónico e incrédulo eran de mi profesor de Taller de Multimedia en la Universidad Nacional de Quilmes. Hasta ese momento no había notado como una nube densa ingresaba poco a poco al edificio.

-¿Humo? ¿De Zárate? – Contesté, como no entendiendo del todo lo que el profesor me decía.

-Si, parece que están quemando unos campos por Zárate y Campana y el humo está esparciéndose por Capital y ahora llegó acá. – Prendió un pucho y agregó más humo al ambiente.

Dice en wikipedia que “el humo es una suspensión en el aire de pequeñas partículas sólidas que resultan de la combustión incompleta de un combustible. Es un subproducto no deseado de la combustión”. La combustión incompleta tuvo lugar producto de incendios iniciados el martes ocho en el Delta del Río de La Plata, a la altura de las ciudades de Zárate, Baradero y Villa Lechiguana. El subproducto no deseado se hizo sentir, al principio, hacia el sur de los focos llegando hasta Capital Federal y Gran Buenos Aires y luego, por el cambio de vientos, llegó a Rosario.

-No era joda lo del humo– le dije al profesor al miércoles siguiente.

-No, ¿viste? ¡Qué hijos de puta!– sentenció él con ese insulto dirigido a nadie en especial y que todos alguna vez proferimos adhiriendo no siempre concientemente a teoría del complot.

Transcurrida una semana el humo ya era parte del paisaje como la niebla de Londres. Irritación, visibilidad disminuida. Un concierto de especialistas nos aconsejaba qué hacer frente al inesperado e indeseado visitante. Las autoridades nacionales, provinciales y municipales se desdoblaban en esfuerzos un poco sobreactuados. La gravedad de la situación, que cobró víctimas fatales y múltiples heridos en accidentes de tránsito, fue el marco en el que convivieron los más diversos estados de ánimo.

-¡Cuántos ojos rojos!- ironizó el profersor el miércoles 23 y agregó en tono cómplice –aunque ya no hay tanto humo.

Para ese entonces el viento empezó a cambiar y los rezos de la secretaria de Medio Ambiente para que el clima nos ayudara fueron atendidos. Entre el trabajo de los bomberos y la lluvia, los focos de incendio fueron menguando. Las áreas libres de humo volvieron a ser lo que eran.

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