Pocos autos quedan en el estacionamiento de la Universidad Nacional de Quilmes. Es un lunes frío de agosto y son más de las 22:30. Mi profesor de Derecho a la Información vive en La Plata como yo. Por eso le ofrecí llevarlo. Es un tipo joven. La clase estuvo bien. Le señalo mi auto
Eduardo Guzmán: es el 306 gris allá en el fondo
Profesor: ok
Caminamos unos pasos. Abro el auto. Había dejado un cd en el asiento acompañante. El profesor lo toma.
Profesor: ¡Él mató a un policía motorizado! ¡Qué buena banda! Hace poco estuve en España y fue la única banda de La Plata que llevé en mi mp4.
EG: ¡mirá vos! Los chicos son amigos míos. Bah, dos de los cuatro: el cantante y el baterista. Fueron conmigo al secundario. Suenan, ¿viste?
Él mató a un policía motorizado es la banda de unos amigos. De un tiempo a esta parte les está yendo muy bien. Siempre que alguien me habla de ellos le cuento que son mis amigos. Cada vez que actúo de esa manera me siento tonto ¿que tiene que ver su buena música con que son mis amigos?
Profesor: si, hace poco los llevamos a tocar al Media pila.
EG: ¿el Media pila? ¿Y vos qué tenés que ver?
El festival Media pila es un festival organizado por FM Universidad y el grupo la Grieta. Se realiza esporádicamente. Tocan bandas y solistas del under. La última vez que fui tocó Rosario Bléfari. Estuvo encantadora.
Profesor: soy del grupo La Grieta. Organizamos el Media pila con Radio Universidad.
EG: ah, ¿vos sos de los del Galpón? Hace poco fui ahí a ver a (Francisco) Bochatón. Estuvo muy bueno.
Profesor: me gustó mucho el último disco.
EG: lo tengo en la gaveta. Ahora lo pongo.
Batería y guitarras distorsionadas. Otra vez. Batería, piano y una voz suave “encontré un montón de ruinas/ sobre el mar junto a las esquinas/ hacia el sol/ van dirigidos/ todos/ los pensamientos”[1]
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Una hora antes de entrevistarme con Esteban Rodríguez Alzueta decidí que iría caminando hasta su casa. Unas veinte cuadras separan su hogar del mío. Una diagonal, la 78, funciona como atajo. Atravesé dos plazas, un parque, cinco avenidas y dos edificios de la Facultad de Bellas Artes. Me crucé con amigos. Todo lo sentía vinculado a la entrevista aunque sin saber por qué.
A las cinco cero cero, orgulloso de mi puntualidad inglesa, presiono el timbre “c” como quien sabe la respuesta a una pregunta de multiple choice. Al final del largo pasillo se encuentra Esteban vestido con una remera amarilla de Nirvana (esa de la carita con dos cruces por ojos y la lengua saliendo por un costado de la boca) y bermudas. No voy a describir su departamento. Me voy a quedar con dos detalles en los que mi mirada se detuvo una y otra vez a lo largo de mi visita: la biblioteca y la colección de CDs.
Si acudimos a la oferta académica[2] de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), podemos enterarnos que Esteban Rodríguez Alzueta es Abogado y magíster en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Es autor de unos cuantos libros y docente de distintas universidades. Participa de un organismo de Derechos Humanos, el CIAJ (Colectivo de Investigación y Acción jurídica) y es cofundador del grupo La Grieta. Se podría agregar que nació en Balcarce hace 36 años y que vive en La Plata hace casi 20.
La pregunta que se impone es acerca del carácter ecléctico esbozado en las líneas anteriores. “Soy como Frankestein, un cuerpo hecho con restos de otros cuerpos”, se ríe y luego reflexiona “¿Qué me lleva a tener que moverme por distintos andariveles? Es una pregunta con historia”. La historia empieza contarla con su llegada a La Plata para cursar sus estudios universitarios. Su vocación lo orientaba para el lado de la sociología, pero la carrera no existía en La Plata. La segunda opción fue estudiar para Abogado. Abandonó y se pasó a Filosofía, pero tuvo que volver por razones laborales: una pasantía rentada en el Instituto de Previsión Social que le exigía la regularidad en Derecho. Así, un día terminó la carrera. La cuenta pendiente que era sociología la saldó en la maestría. Paralelamente a este recorrido hay otro igual o más significativo, relacionado con la vida universitaria pero por fuera de la institución. Cuenta Rodríguez que “desde mucho antes, desde cuando era estudiante, con un grupo de amigos creamos el colectivo La Grieta. El colectivo no lo pensamos nunca como una agrupación estudiantil. Y no porque no creyéramos en las experiencias estudiantiles. Pero nos parecía que muchas veces las experiencias estudiantiles terminaban postergando discusiones”.
El Colectivo La Grieta fue fundado en el año 1992. Desde entonces ha tenido una intensa participación en el ámbito cultural platense. Hace un tiempo tiene su sede en el Galpón de encomiendas y equipajes del ex Ferrocarril Provincial en 18 y 71. Pero durante muchos años el grupo tuvo que itinerar sin lugar fijo. “Al comienzo, nos definíamos como una generación sin techo”. Rodríguez hace una pausa y prosigue: “sentíamos que había como un vacío institucional, que había una falta de lugares para encontrarse. Eso nos permitió que boyemos por distintos lugares. Nos juntábamos en un teatro, en un centro cultural, en el aula de una facultad, en un bar, en una radio. Íbamos haciendo las actividades en distintos lugares”. Estas actividades eran diversas: talleres de reflexión y discusión, recitales de poesía. Pero la actividad nodal era la revista. Su importancia radicaba en que “era un soporte que permitía contener distintos lenguajes. Era el formato para practicar la fuga. Permitía que distintos lenguajes que provenían de diferentes experiencias pudieran convivir tensamente en torno a un tema. No era una revista de ensayo, ni de literatura, ni de política, no era una revista de plástica, ni de diseño. Era una revista que tenía todo eso. Era una revista que atravesaba en diagonal, en honor a la ciudad, todos los temas. Daba la posibilidad de recorrerla transversalmente”. Sigue sobre la revista: “en esa época todos habíamos leído a Deleuze. De su lectura creíamos en esta idea de militar la indisciplina, desandaribelizarnos, de corrernos todo el tiempo de lugar”. La revista se estructuraba en torno a un tema que era leído y pensado desde diferentes ópticas “cada uno venía al grupo con sus propias lecturas lo que implicaba que también viniese con sus grupos de amigos, que eran muy distintos también. Entonces el debate era enriquecedor”.
Estoy sentado frente a la biblioteca de espalda a los CDs. Me distraigo con Marilyn Monroe. Su rostro sonriente en la tapa de un libro está al lado de otro con Eva Duarte en su portada. Más tarde me distraeré con los libros sobre Bob Dylan, los Rolling Stones y otras bandas y otros solistas. Menciono mi distracción y él me cuenta que trabajó cinco años en una librería. Eso le permitió y le permite sacar varios libros al costo. Es una tradición entre los libreros. Me hubiera gustado trabajar en una librería y participar de la tradición.
La casa de Esteban queda a unas pocas cuadras del Galpón de La Grieta, en el barrio Meridiano V. El barrio recibió su nombre por la Estación Provincial del Ferrocarril que albergaba. Supo ser, en sus años de esplendor, centro comercial de la ciudad y atracción provincial. Con el tiempo el tren dejó de funcionar con regularidad hasta su desaparición hace unos treinta años. Desde hace unos años, el barrio se convirtió en una especie de San Telmo pequeño: casas recicladas convertidas en bares, calles empedradas y, fundamentalmente, una amplia oferta cultural. El barrio es también, desde hace un tiempo, un tema de reflexión permanente de La Grieta. Rodríguez remarca que al barrio “lo vivimos siempre como problema. Uno tiende a agregarle sentidos pero que relacionados con las expectativas que tiene. El barrio es un dormitorio. Sobre todo para la clase media. El barrio no se vive. Por eso no se ven chicos jugando en la vereda. Cada vez son menos los viejos que sacan la silla los fines de semana y salen a conversar con los vecinos. El barrio es el lugar adonde se va a dormir. La gente tiende a parapetarse. Las casas se van enjaulando. Cuidado con el perro. Vecinos en alerta. Todo eso te va diciendo que el vecino se va atrincherando.”
Aunque la preocupación del grupo por el barrio estuvo siempre, puede decirse que tuvo diferentes momentos. La muestra ambulante[3], una de las principales actividades que realiza el grupo, ofrece una perspectiva interesante para observar estos momentos. La primera muestra se realizó en 1994. La segunda diez años después. En 2006 se realizó la tercera que fue seguida por la cuarta al año siguiente. La primera muestra cuenta Rodríguez que fue pensada “porque muchos de nosotros vivíamos en el barrio, era el barrio que conocíamos. Era donde íbamos a la panadería, a la verdulería. Pero, en realidad, no hubo una puesta en el barrio en sí mismo. Era más una discusión con el centro, con aquellos espacios referenciados para que el arte se exponga. Discusión con las galerías, con los museos, con la facultad de Bellas Artes. Queríamos pensar el arte desde la vida cotidiana, no a partir de la excepcionalidad que le proveen estos espacios”.
En 2004, ya en posesión del Galpón, la situación territorial era otra. Las intenciones del grupo se habían modificado. Para la segunda muestra Rodríguez reconoce que ya había un intento de reflexionar sobre el barrio. Diez años de neoliberalismo habían barrido con gran parte de los negocios de la zona. Esto motivó la búsqueda de nuevos espacios y esos espacios los encontraron en los garajes: “nos pareció que el vecino participe con el garaje no era algo invasivo. El garaje, que está entre lo público y lo privado, nosotros siempre lo definimos como una interfase. Porque es lo que podemos pispear de la vida del vecino; cuando uno guarda el auto o tira los cachivaches o los fines de semana hace los cumpleaños de los hijos, eso por un lado. Por otro lado el garaje nos interesa porque es el lugar de los oficios perdidos. Por eso en los garajes no hay una muestra de una obra consumada sino que procuramos que esté el artista haciendo la obra; si había un juguetero, que esté haciendo los juguetes, si había un luthier que esté haciendo los instrumentos, si había un titiritero que esté representando una obra. Esa era un poco la idea, por eso llegamos a los garajes.”
La muestra continuó con su evolución. El año pasado, en ocasión de la cuarta, un suceso acaecido en la tercera sirvió de disparador. Unos artistas estaban sacando unas fotos a los frentes de unas casas para hacer unas intervenciones y vecinos llamaron la policía. Estuvieron detenidos un día en la Comisaría novena. Entonces se pensó en “trabajar más el tema de la calle, el tema de la vereda. Que ocurrieran más cosas en la calle y en la vereda, es decir de qué otras cosas tiene que estar atento el vecino. Recrear esos espacios no sólo como un espacio de circulación, sino como un espacio de encuentro. Nuestra consigna en esta muestra ambulante fue Otra silla en la vereda, en apelación a la Aguafuerte de Arlt, La silla en la vereda. La silla en la vereda es el chusmerío, pero también es la pregunta por el vecino, la oportunidad para que los chicos jueguen en la calle. Nosotros vemos que no están los chicos jugando en la calle por que no están los viejos. Tu hijo no sale a jugar afuera porque no hay nadie mirando, cuidando, hablando: faltan técnicas colectivas de cuidado. Eso antes llegaba naturalmente porque la gente habitaba la calle. Nos interesaba recrear vínculos sociales, a partir de reabrir esos espacios públicos, como espacios de encuentro. Recrear esos lazos sociales que se fueron rompiendo con la historia Argentina que nos toco vivir.”
La charla va tocando a su fin. Hace calor para ser otoño. Decido que voy a ir al cine antes de volver a casa. Le preguntó qué colectivo me deja en el centro y dónde puedo tomarlo. Cuando llegó al cine está por empezar La joven vida de Juno. En la sala no hay nadie, soy el único espectador. También, ¡con lo caro que está el cine!
[1] Francisco Bochatón. No volverás en Tic Tac. Avarecords, 2007, Buenos Aires, 2007.
[2] Disponible en la página web de la UNQ http://www.unq.edu.ar/
[3] La muestra ambulante consiste, someramente, en llevar el arte al barrio. A sus veredas, calles y garajes. Talleres, danza, plástica, música, literatura, teatro, cine, intervenciones, circo y juegos conviven durante unos quince días en las calles de Meridiano V.
Diario de escritor
viernes, 18 de abril de 2008
Nuevas tesis de abril. Sobre el género entrevista
I
Hasta hace poco tiempo nunca había pensado la entrevista como un género. Nunca me había detenido a pensar en ella como una forma de escritura. En mi diccionario interno entrevista hacía referencia a un tipo de texto periodístico en el que dos personas dialogaban. Una preguntaba y la otra respondía. En esta última había algo del orden de lo extraordinario que ameritaba que el diálogo se publicara. Esta concepción comenzó a modificarse en ocasión de una entrevista realice a para el Taller de prensa escrita. Luego del encuentro con el entrevistado, mientras viajaba de regreso a casa en el colectivo, empecé a comprender dos cosas. La primera: todas las personas están en condiciones de ofrecer algo extraordinario. La otra: el entrevistador es tan importante como el entrevistado. Se abre el camino a búsquedas narrativas que amplíen el género. El final no coincide con el fin de la charla. La entrevista termina cuando se publica.
II
No me gustan las entrevistas que son mera excusa para vender un libro o publicitar una película, por ejemplo. Son textos aburridos, cerrados y sin ningún tipo de búsqueda que no sea vender un objeto. Es, a la vez, una forma de periodismo que es nociva para la profesión porque elimina toda posibilidad de criticidad. Es un ejemplo que podría agregarse al apartado que Ulibarri[1] dedica a la cuestión de la ética en torno a la relación con las fuentes.
III
Ulibarri y Gillio[2] hacen hincapié en un asunto importante: la preparación de la entrevista. Dice Gillio “preparo mucho las entrevistas. Mucha gente me dice asombrada: pero ¿cómo sabías? Yo no sé, investigo. Siempre digo que el periodismo tiene la superficie del y la profundidad de un charco”.[3] Una imagen muy gráfica. El entrevistador debe hacer una investigación previa, tiene que conocer los aspectos más relevantes de su entrevistado y plantear un recorrido de interés de sus lectores. Pero este recorrido no puede ser completamente diseñado antes de la charla. La propia dinámica del diálogo presenta nuevas posibilidades y el entrevistador debe estar atento a ellas.
Coupland[4] y Shainberg[5] son un caso distinto de preparación: no hacen una investigación para la entrevista, sino que ya poseen un conocimiento detallado de la obra de sus entrevistados. No son especialistas. En ambos casos se reconocen (Coupland explícitamente, Shainberg en otras palabras) como fans[6]: “¿Pero Morrisey? Confieso que soy un fan, y que tomé el título de una de mis novelas de uno de sus temas”[7] “(…) uno de los muchos aspectos que me obligarían a reconsiderar la concepción que me había formado de él (Beckett) durante los veinte años que había estado leyéndolo y, seamos honestos, venerándolo”[8]. La entrevista toma la forma de un relato donde el discurso textual de los entrevistados es menos frecuente que en otros casos. Y la relación de los entrevistadores con la obra de sus entrevistados y con su propia obra (los entrevistadores en ambos casos son escritores) son un eje importante de reflexión.
IV
La entrevista de Capote[9] a Marilyn Monroe y la nota de Fresán[10] sobre Andy Warhol y las entrevistas sirven para pensar algunos límites del género. Capote narra el diálogo de dos amigos. Lejos de una entrevista al mito hay una charla con una mujer de carne y hueso. Así entre el mito Marilyn y la conversación en tono coloquial, el relato se hilvana con características que lindan con la crónica. El caso de Warhol hace patente la realidad de un pacto entre el que pregunta y el que responde. A la vez, hay una reflexión sobre las entrevistas que nada dicen y que sólo tienen lugar porque el personaje en cuestión es conocido.
V
El caso de la entrevista que entrego es una búsqueda que intuyo relacionada a las de Coupland y Shainberg. Estoy lejos de ser fan de Rodríguez Alzueta (mi entrevistado), pero me interesa encontrar en el proceso de escritura algo propio. Decidí hacer participar activamente mi voz en determinadas partes del texto, un “yo” fuerte. Mi voz, fundamentalmente, quería que apareciese al principio de las situaciones que luego iba a describir Rodríguez. Busqué un tono coloquial, que reflejaba el carácter que tuvo la charla, a la vez que intenté utilizar herramientas de otros géneros. Busqué, en parte, imitar la estética del Nuevo Periodismo. Arfuch en el apartado llamado Ficcionalizar la vida tal cual es explica que el Nuevo Periodismo se planteó “como un nuevo de periodismo subjetivo, con inclusión del reportero como personaje del relato, libertad estilística y permiso para utilizar una serie de procedimientos literarios”[11]. No pretendía emular la prosa de Wolfe, Mailer y compañía, pero si hacer un pequeño recorrido en esa dirección.
A la hora de escribir sobre las respuestas de Rodríguez traté de utilizar mucho las palabras de él y no acotar mucho. Creo que el sentido de lo que alguien dice está también en cómo lo dice, aunque modifiqué muchas expresiones para facilitar su lectura.
Básicamente tomé tres decisiones (concientes) en el proceso de edición: respetar el sentido de lo dicho por sobre la cita textual; introducir situaciones y reflexiones con fuerte presencia de mi voz y atenuarla cuando el relato se enhebraba a partir de las respuestas de Rodríguez y; no respetar el orden cronológico de la conversación.
Otra preocupación que tuve fue la estructura. Por un lado, quería que el relato siguiera un esquema. Por otro lado, procuré que los párrafos tuvieran dimensiones similares, que no hubiera párrafos enormes y otros demasiado cortos. Si hay una diferencia entre los párrafos en los que introduzco una escena con los que son referidos al diálogo mismo. Estas cuestiones me parecieron esenciales para la legibilidad de la entrevista.
[1] Ulibarri, Eduardo. Idea y vida del reportaje, México D.F.,Trillas, 1994.
[2] Moreno, María. El oído absoluto (entrevista a María Esther Gilio), Suplemento Radar, Página 12, 18/1/04.
[3] Op cit. P.4
[4] Cuopland, Douglas. Amamos tanto a Morrisey, en revista Ñ, Clarín, 29/4/06.
[5] Shainberg, Lawrence. Entrevista a Samuel Beckett en Confesiones de escritores. Los reportajes de The Paris Review. El Ateneo.
[6] La idea de fan que trabajo la tomé prestada de la muestra que en diciembre pasado, en la galería porteña Belleza y felicidad, realizó el artista plástico Leonel Pinola. Intitulada Alta fidelidad la muestra era el resultado de la investigación del artista acerca del “carácter y el perfil del fan en la obra de los artistas y/o en la construcción de arte contemporáneo”. Aquí retomo la cuestión del fan relacionada a una forma de hacer periodismo y en este caso en particular en relación a la entrevista.
[7] Cuopland, Douglas. Op. cit. p. 34
[8] Shainberg, Lawrence. Op cit. p. 34. El subrayado es mío.
[9] Capote, Truman. Una adorable criatura, Anagrama, Barcelona, 1995.
[10] Fresán, Rodrigo. Así habló Andy Warhol, en suplemento Radar, Página 12, 19/9/04.
[11] Arfuch, Leonor. La entrevista, una invención dialógica. Buenos Aires, Paidós, 1995, p. 103.
Hasta hace poco tiempo nunca había pensado la entrevista como un género. Nunca me había detenido a pensar en ella como una forma de escritura. En mi diccionario interno entrevista hacía referencia a un tipo de texto periodístico en el que dos personas dialogaban. Una preguntaba y la otra respondía. En esta última había algo del orden de lo extraordinario que ameritaba que el diálogo se publicara. Esta concepción comenzó a modificarse en ocasión de una entrevista realice a para el Taller de prensa escrita. Luego del encuentro con el entrevistado, mientras viajaba de regreso a casa en el colectivo, empecé a comprender dos cosas. La primera: todas las personas están en condiciones de ofrecer algo extraordinario. La otra: el entrevistador es tan importante como el entrevistado. Se abre el camino a búsquedas narrativas que amplíen el género. El final no coincide con el fin de la charla. La entrevista termina cuando se publica.
II
No me gustan las entrevistas que son mera excusa para vender un libro o publicitar una película, por ejemplo. Son textos aburridos, cerrados y sin ningún tipo de búsqueda que no sea vender un objeto. Es, a la vez, una forma de periodismo que es nociva para la profesión porque elimina toda posibilidad de criticidad. Es un ejemplo que podría agregarse al apartado que Ulibarri[1] dedica a la cuestión de la ética en torno a la relación con las fuentes.
III
Ulibarri y Gillio[2] hacen hincapié en un asunto importante: la preparación de la entrevista. Dice Gillio “preparo mucho las entrevistas. Mucha gente me dice asombrada: pero ¿cómo sabías? Yo no sé, investigo. Siempre digo que el periodismo tiene la superficie del y la profundidad de un charco”.[3] Una imagen muy gráfica. El entrevistador debe hacer una investigación previa, tiene que conocer los aspectos más relevantes de su entrevistado y plantear un recorrido de interés de sus lectores. Pero este recorrido no puede ser completamente diseñado antes de la charla. La propia dinámica del diálogo presenta nuevas posibilidades y el entrevistador debe estar atento a ellas.
Coupland[4] y Shainberg[5] son un caso distinto de preparación: no hacen una investigación para la entrevista, sino que ya poseen un conocimiento detallado de la obra de sus entrevistados. No son especialistas. En ambos casos se reconocen (Coupland explícitamente, Shainberg en otras palabras) como fans[6]: “¿Pero Morrisey? Confieso que soy un fan, y que tomé el título de una de mis novelas de uno de sus temas”[7] “(…) uno de los muchos aspectos que me obligarían a reconsiderar la concepción que me había formado de él (Beckett) durante los veinte años que había estado leyéndolo y, seamos honestos, venerándolo”[8]. La entrevista toma la forma de un relato donde el discurso textual de los entrevistados es menos frecuente que en otros casos. Y la relación de los entrevistadores con la obra de sus entrevistados y con su propia obra (los entrevistadores en ambos casos son escritores) son un eje importante de reflexión.
IV
La entrevista de Capote[9] a Marilyn Monroe y la nota de Fresán[10] sobre Andy Warhol y las entrevistas sirven para pensar algunos límites del género. Capote narra el diálogo de dos amigos. Lejos de una entrevista al mito hay una charla con una mujer de carne y hueso. Así entre el mito Marilyn y la conversación en tono coloquial, el relato se hilvana con características que lindan con la crónica. El caso de Warhol hace patente la realidad de un pacto entre el que pregunta y el que responde. A la vez, hay una reflexión sobre las entrevistas que nada dicen y que sólo tienen lugar porque el personaje en cuestión es conocido.
V
El caso de la entrevista que entrego es una búsqueda que intuyo relacionada a las de Coupland y Shainberg. Estoy lejos de ser fan de Rodríguez Alzueta (mi entrevistado), pero me interesa encontrar en el proceso de escritura algo propio. Decidí hacer participar activamente mi voz en determinadas partes del texto, un “yo” fuerte. Mi voz, fundamentalmente, quería que apareciese al principio de las situaciones que luego iba a describir Rodríguez. Busqué un tono coloquial, que reflejaba el carácter que tuvo la charla, a la vez que intenté utilizar herramientas de otros géneros. Busqué, en parte, imitar la estética del Nuevo Periodismo. Arfuch en el apartado llamado Ficcionalizar la vida tal cual es explica que el Nuevo Periodismo se planteó “como un nuevo de periodismo subjetivo, con inclusión del reportero como personaje del relato, libertad estilística y permiso para utilizar una serie de procedimientos literarios”[11]. No pretendía emular la prosa de Wolfe, Mailer y compañía, pero si hacer un pequeño recorrido en esa dirección.
A la hora de escribir sobre las respuestas de Rodríguez traté de utilizar mucho las palabras de él y no acotar mucho. Creo que el sentido de lo que alguien dice está también en cómo lo dice, aunque modifiqué muchas expresiones para facilitar su lectura.
Básicamente tomé tres decisiones (concientes) en el proceso de edición: respetar el sentido de lo dicho por sobre la cita textual; introducir situaciones y reflexiones con fuerte presencia de mi voz y atenuarla cuando el relato se enhebraba a partir de las respuestas de Rodríguez y; no respetar el orden cronológico de la conversación.
Otra preocupación que tuve fue la estructura. Por un lado, quería que el relato siguiera un esquema. Por otro lado, procuré que los párrafos tuvieran dimensiones similares, que no hubiera párrafos enormes y otros demasiado cortos. Si hay una diferencia entre los párrafos en los que introduzco una escena con los que son referidos al diálogo mismo. Estas cuestiones me parecieron esenciales para la legibilidad de la entrevista.
[1] Ulibarri, Eduardo. Idea y vida del reportaje, México D.F.,Trillas, 1994.
[2] Moreno, María. El oído absoluto (entrevista a María Esther Gilio), Suplemento Radar, Página 12, 18/1/04.
[3] Op cit. P.4
[4] Cuopland, Douglas. Amamos tanto a Morrisey, en revista Ñ, Clarín, 29/4/06.
[5] Shainberg, Lawrence. Entrevista a Samuel Beckett en Confesiones de escritores. Los reportajes de The Paris Review. El Ateneo.
[6] La idea de fan que trabajo la tomé prestada de la muestra que en diciembre pasado, en la galería porteña Belleza y felicidad, realizó el artista plástico Leonel Pinola. Intitulada Alta fidelidad la muestra era el resultado de la investigación del artista acerca del “carácter y el perfil del fan en la obra de los artistas y/o en la construcción de arte contemporáneo”. Aquí retomo la cuestión del fan relacionada a una forma de hacer periodismo y en este caso en particular en relación a la entrevista.
[7] Cuopland, Douglas. Op. cit. p. 34
[8] Shainberg, Lawrence. Op cit. p. 34. El subrayado es mío.
[9] Capote, Truman. Una adorable criatura, Anagrama, Barcelona, 1995.
[10] Fresán, Rodrigo. Así habló Andy Warhol, en suplemento Radar, Página 12, 19/9/04.
[11] Arfuch, Leonor. La entrevista, una invención dialógica. Buenos Aires, Paidós, 1995, p. 103.
martes, 15 de abril de 2008
Aclaración
Los tres posteos anteriores son extractos que quedaron afuera de la entrevista que le realice a Esteban Rodríguez Alzueta. La misma sera posteada próximamente.
Extras - Final alternativo
Temores
- ¿Hay algo que te atemorice?
- Lo que me da temor es el temor de la gente.
- Los perros muerden porque tienen miedo…
- Con el temor apuntás. Te atrincherás, te encerrás. Los prejuicios que tenés, que esta bien que los tengas, son cada vez más grandes. Y si uno se desencuentra, toma distancia del otro, es mas difícil dialogar, es mas difícil acordar, es mas difícil convivir. Eso es un tema. Hay gente que vive en el terror. Me da cagazo que haya mucho miedo. Es como decía Charly García, Parte de la religión.
- ¿Hay algo que te atemorice?
- Lo que me da temor es el temor de la gente.
- Los perros muerden porque tienen miedo…
- Con el temor apuntás. Te atrincherás, te encerrás. Los prejuicios que tenés, que esta bien que los tengas, son cada vez más grandes. Y si uno se desencuentra, toma distancia del otro, es mas difícil dialogar, es mas difícil acordar, es mas difícil convivir. Eso es un tema. Hay gente que vive en el terror. Me da cagazo que haya mucho miedo. Es como decía Charly García, Parte de la religión.
lunes, 14 de abril de 2008
Extras - Escenas borradas II
Escena del auto
(Jueves 3 de abril. Son las 15:24. Detengo mi auto en la esquina de 6 y 44. Quedé en encontrarme con Esteban para viajar juntos hasta la UNQ, donde a las 17:30 el dicta clases de Poder, Estado y Comunicación y yo curso con el profesor Casullo. Llega a la cita cargado de libros, películas y una mochila. Su voz, congestionada se debe al polvillo de la librería de viejos que visitó hace instantes. Me muestra las películas mientras espero que el señor del auto importado haga caso al semáforo verde y avance).
El año pasado, se inauguró la bajada de Bernal en la autopista La Plata- Buenos Aires. Ahora ir hasta la UNQ me toma una media hora o un poco más, según el tránsito. Es bárbaro: viajo rápido, cómodo, cálido en invierno y fresco en verano. Antes no iba tanto en auto. Lo único que extraño del tren es la posibilidad de leer mientras viajo. Lecturas de ese estilo fueron parte de la antesala de Estética Cruda[1]. Y de la génesis de ese libro me cuenta mientras a un promedio de cien kilómetros por hora nos acercamos a nuestro destino. Recuerda que solía viajar a Buenos Aires para dar clases unas tres o cuatro veces por semana. El tiempo era una clara limitación para sus lecturas y para su producción. Y de esa limitación hizo un nuevo punto de partida. “se trataba entonces de pensar a la clase como una reflexión en voz alta. Las clases dejan de ser puestas en escenas, mera representación, para convertirse en un camino del pensar". Llevada esta idea a la escritura el programa era “imprimirle a nuestra limitaciones una estética. Llamé a esa forma de trabajo estética cruda y escribí el libro reflexionando sobre todo ello”. De esas clases recuerda que al no estar el recorrido prefijado muchas veces se le ocurrían cosas mientras daba clases y pedía a sus estudiantes que le permitieran un minuto para anotar la ocurrencia.
[1] Rodríguez Alzueta, Esteban. Estética cruda. Ediciones La Grieta, La Plata, 2003.
(Jueves 3 de abril. Son las 15:24. Detengo mi auto en la esquina de 6 y 44. Quedé en encontrarme con Esteban para viajar juntos hasta la UNQ, donde a las 17:30 el dicta clases de Poder, Estado y Comunicación y yo curso con el profesor Casullo. Llega a la cita cargado de libros, películas y una mochila. Su voz, congestionada se debe al polvillo de la librería de viejos que visitó hace instantes. Me muestra las películas mientras espero que el señor del auto importado haga caso al semáforo verde y avance).
El año pasado, se inauguró la bajada de Bernal en la autopista La Plata- Buenos Aires. Ahora ir hasta la UNQ me toma una media hora o un poco más, según el tránsito. Es bárbaro: viajo rápido, cómodo, cálido en invierno y fresco en verano. Antes no iba tanto en auto. Lo único que extraño del tren es la posibilidad de leer mientras viajo. Lecturas de ese estilo fueron parte de la antesala de Estética Cruda[1]. Y de la génesis de ese libro me cuenta mientras a un promedio de cien kilómetros por hora nos acercamos a nuestro destino. Recuerda que solía viajar a Buenos Aires para dar clases unas tres o cuatro veces por semana. El tiempo era una clara limitación para sus lecturas y para su producción. Y de esa limitación hizo un nuevo punto de partida. “se trataba entonces de pensar a la clase como una reflexión en voz alta. Las clases dejan de ser puestas en escenas, mera representación, para convertirse en un camino del pensar". Llevada esta idea a la escritura el programa era “imprimirle a nuestra limitaciones una estética. Llamé a esa forma de trabajo estética cruda y escribí el libro reflexionando sobre todo ello”. De esas clases recuerda que al no estar el recorrido prefijado muchas veces se le ocurrían cosas mientras daba clases y pedía a sus estudiantes que le permitieran un minuto para anotar la ocurrencia.
[1] Rodríguez Alzueta, Esteban. Estética cruda. Ediciones La Grieta, La Plata, 2003.
Extras - Escenas borradas I
De nuevo sobre lo eclético
Vuelve a mi apreciación sobre su carácter un tanto ecléctico y en un tono reflexivo propone “lo que uno practica cuando se mueve por muchos lugares al mismo tiempo es el tráfico. Estás transitando todo el tiempo, llevando y trayendo cosas. Y eso está bueno porque genera malentendidos y con esos malentendidos lo que uno hace es subir la apuesta, romper con las expectativas del otro. No dejarte encasillar.” Moverse por distintas facultades es la consecuencia de hacer de la docencia su fuente de ingresos. Si bien reconoce que no fue una elección tan clara observa que “ese cotidiano que a uno le tocó, con las limitaciones que se encuentra, es la materia prima para ir moldeando otra cosa. Cuando estás estudiando un tema y la cosa empieza a especializarse cada vez más podes hacer dialogar autores muy específicos, por ejemplo de movimientos sociales con las lecturas que vos traes de otros lugares, con otros temas. Eso solamente lo podés hacer cuando tenés ese recorrido medio saltimbanqui. Yo no soy un especialista, soy un generalista en todo caso. Pero no en el sentido de la vieja usanza que cultiva el enciclopedismo.”
Vuelve a mi apreciación sobre su carácter un tanto ecléctico y en un tono reflexivo propone “lo que uno practica cuando se mueve por muchos lugares al mismo tiempo es el tráfico. Estás transitando todo el tiempo, llevando y trayendo cosas. Y eso está bueno porque genera malentendidos y con esos malentendidos lo que uno hace es subir la apuesta, romper con las expectativas del otro. No dejarte encasillar.” Moverse por distintas facultades es la consecuencia de hacer de la docencia su fuente de ingresos. Si bien reconoce que no fue una elección tan clara observa que “ese cotidiano que a uno le tocó, con las limitaciones que se encuentra, es la materia prima para ir moldeando otra cosa. Cuando estás estudiando un tema y la cosa empieza a especializarse cada vez más podes hacer dialogar autores muy específicos, por ejemplo de movimientos sociales con las lecturas que vos traes de otros lugares, con otros temas. Eso solamente lo podés hacer cuando tenés ese recorrido medio saltimbanqui. Yo no soy un especialista, soy un generalista en todo caso. Pero no en el sentido de la vieja usanza que cultiva el enciclopedismo.”
domingo, 13 de abril de 2008
Objetivos
Domingo. Día difícil. Entre la resaca y el almuerzo con sobremesa familiar. Los asuntos pendientes flotan en mi cabeza. Quiero terminar de escribir lo que empecé hace semanas. Quiero escribir oraciones cortas. Pero no puedo. Algunas son cortas. Otras no tanto. Las menos son un tumulto de palabras. Me pongo otro objetivo, escribir párrafos simétricos. Que el texto se distribuya amablemente. Tampoco puedo. Visto de lejos el negro de las letras dibuja una pirámide sobre la hoja. El último objetivo es más humilde. Voy a servirme un vaso de whisky, poner música y escribir hasta que se haga de día.
miércoles, 9 de abril de 2008
Accidente
Hoy a la mañana, en el espacio de una hora, hubo como 30 accidentes. Autos, camiones, camionetas, motos, bicicletas y patinetas. Ningún monopatín. En una hora pueden pasar tantas cosas. Y en una hora puedo no escribir absolutamente nada. Escribir por obligación es un dolor de cabeza. Escribir por obligación es en mi caso la mejor manera de hacerlo.
Aclaración
Dedicarle una hora diaria al blog no implica que todos los días voy a postear algo. He cumplido casi a rajatabla con mi compromiso, aunque reconozco que tengo que escribir más.
Saludos
Saludos
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