Diario de escritor

lunes, 14 de abril de 2008

Extras - Escenas borradas II

Escena del auto

(Jueves 3 de abril. Son las 15:24. Detengo mi auto en la esquina de 6 y 44. Quedé en encontrarme con Esteban para viajar juntos hasta la UNQ, donde a las 17:30 el dicta clases de Poder, Estado y Comunicación y yo curso con el profesor Casullo. Llega a la cita cargado de libros, películas y una mochila. Su voz, congestionada se debe al polvillo de la librería de viejos que visitó hace instantes. Me muestra las películas mientras espero que el señor del auto importado haga caso al semáforo verde y avance).

El año pasado, se inauguró la bajada de Bernal en la autopista La Plata- Buenos Aires. Ahora ir hasta la UNQ me toma una media hora o un poco más, según el tránsito. Es bárbaro: viajo rápido, cómodo, cálido en invierno y fresco en verano. Antes no iba tanto en auto. Lo único que extraño del tren es la posibilidad de leer mientras viajo. Lecturas de ese estilo fueron parte de la antesala de Estética Cruda[1]. Y de la génesis de ese libro me cuenta mientras a un promedio de cien kilómetros por hora nos acercamos a nuestro destino. Recuerda que solía viajar a Buenos Aires para dar clases unas tres o cuatro veces por semana. El tiempo era una clara limitación para sus lecturas y para su producción. Y de esa limitación hizo un nuevo punto de partida. “se trataba entonces de pensar a la clase como una reflexión en voz alta. Las clases dejan de ser puestas en escenas, mera representación, para convertirse en un camino del pensar". Llevada esta idea a la escritura el programa era “imprimirle a nuestra limitaciones una estética. Llamé a esa forma de trabajo estética cruda y escribí el libro reflexionando sobre todo ello”. De esas clases recuerda que al no estar el recorrido prefijado muchas veces se le ocurrían cosas mientras daba clases y pedía a sus estudiantes que le permitieran un minuto para anotar la ocurrencia.

[1] Rodríguez Alzueta, Esteban. Estética cruda. Ediciones La Grieta, La Plata, 2003.

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