Diario de escritor

viernes, 18 de abril de 2008

Nuevas tesis de abril. Sobre el género entrevista

I
Hasta hace poco tiempo nunca había pensado la entrevista como un género. Nunca me había detenido a pensar en ella como una forma de escritura. En mi diccionario interno entrevista hacía referencia a un tipo de texto periodístico en el que dos personas dialogaban. Una preguntaba y la otra respondía. En esta última había algo del orden de lo extraordinario que ameritaba que el diálogo se publicara. Esta concepción comenzó a modificarse en ocasión de una entrevista realice a para el Taller de prensa escrita. Luego del encuentro con el entrevistado, mientras viajaba de regreso a casa en el colectivo, empecé a comprender dos cosas. La primera: todas las personas están en condiciones de ofrecer algo extraordinario. La otra: el entrevistador es tan importante como el entrevistado. Se abre el camino a búsquedas narrativas que amplíen el género. El final no coincide con el fin de la charla. La entrevista termina cuando se publica.

II
No me gustan las entrevistas que son mera excusa para vender un libro o publicitar una película, por ejemplo. Son textos aburridos, cerrados y sin ningún tipo de búsqueda que no sea vender un objeto. Es, a la vez, una forma de periodismo que es nociva para la profesión porque elimina toda posibilidad de criticidad. Es un ejemplo que podría agregarse al apartado que Ulibarri[1] dedica a la cuestión de la ética en torno a la relación con las fuentes.


III
Ulibarri y Gillio[2] hacen hincapié en un asunto importante: la preparación de la entrevista. Dice Gillio “preparo mucho las entrevistas. Mucha gente me dice asombrada: pero ¿cómo sabías? Yo no sé, investigo. Siempre digo que el periodismo tiene la superficie del y la profundidad de un charco”.[3] Una imagen muy gráfica. El entrevistador debe hacer una investigación previa, tiene que conocer los aspectos más relevantes de su entrevistado y plantear un recorrido de interés de sus lectores. Pero este recorrido no puede ser completamente diseñado antes de la charla. La propia dinámica del diálogo presenta nuevas posibilidades y el entrevistador debe estar atento a ellas.

Coupland[4] y Shainberg[5] son un caso distinto de preparación: no hacen una investigación para la entrevista, sino que ya poseen un conocimiento detallado de la obra de sus entrevistados. No son especialistas. En ambos casos se reconocen (Coupland explícitamente, Shainberg en otras palabras) como fans[6]: “¿Pero Morrisey? Confieso que soy un fan, y que tomé el título de una de mis novelas de uno de sus temas”[7] “(…) uno de los muchos aspectos que me obligarían a reconsiderar la concepción que me había formado de él (Beckett) durante los veinte años que había estado leyéndolo y, seamos honestos, venerándolo”[8]. La entrevista toma la forma de un relato donde el discurso textual de los entrevistados es menos frecuente que en otros casos. Y la relación de los entrevistadores con la obra de sus entrevistados y con su propia obra (los entrevistadores en ambos casos son escritores) son un eje importante de reflexión.


IV
La entrevista de Capote[9] a Marilyn Monroe y la nota de Fresán[10] sobre Andy Warhol y las entrevistas sirven para pensar algunos límites del género. Capote narra el diálogo de dos amigos. Lejos de una entrevista al mito hay una charla con una mujer de carne y hueso. Así entre el mito Marilyn y la conversación en tono coloquial, el relato se hilvana con características que lindan con la crónica. El caso de Warhol hace patente la realidad de un pacto entre el que pregunta y el que responde. A la vez, hay una reflexión sobre las entrevistas que nada dicen y que sólo tienen lugar porque el personaje en cuestión es conocido.

V
El caso de la entrevista que entrego es una búsqueda que intuyo relacionada a las de Coupland y Shainberg. Estoy lejos de ser fan de Rodríguez Alzueta (mi entrevistado), pero me interesa encontrar en el proceso de escritura algo propio. Decidí hacer participar activamente mi voz en determinadas partes del texto, un “yo” fuerte. Mi voz, fundamentalmente, quería que apareciese al principio de las situaciones que luego iba a describir Rodríguez. Busqué un tono coloquial, que reflejaba el carácter que tuvo la charla, a la vez que intenté utilizar herramientas de otros géneros. Busqué, en parte, imitar la estética del Nuevo Periodismo. Arfuch en el apartado llamado Ficcionalizar la vida tal cual es explica que el Nuevo Periodismo se planteó “como un nuevo de periodismo subjetivo, con inclusión del reportero como personaje del relato, libertad estilística y permiso para utilizar una serie de procedimientos literarios”[11]. No pretendía emular la prosa de Wolfe, Mailer y compañía, pero si hacer un pequeño recorrido en esa dirección.

A la hora de escribir sobre las respuestas de Rodríguez traté de utilizar mucho las palabras de él y no acotar mucho. Creo que el sentido de lo que alguien dice está también en cómo lo dice, aunque modifiqué muchas expresiones para facilitar su lectura.

Básicamente tomé tres decisiones (concientes) en el proceso de edición: respetar el sentido de lo dicho por sobre la cita textual; introducir situaciones y reflexiones con fuerte presencia de mi voz y atenuarla cuando el relato se enhebraba a partir de las respuestas de Rodríguez y; no respetar el orden cronológico de la conversación.
Otra preocupación que tuve fue la estructura. Por un lado, quería que el relato siguiera un esquema. Por otro lado, procuré que los párrafos tuvieran dimensiones similares, que no hubiera párrafos enormes y otros demasiado cortos. Si hay una diferencia entre los párrafos en los que introduzco una escena con los que son referidos al diálogo mismo. Estas cuestiones me parecieron esenciales para la legibilidad de la entrevista.

[1] Ulibarri, Eduardo. Idea y vida del reportaje, México D.F.,Trillas, 1994.
[2] Moreno, María. El oído absoluto (entrevista a María Esther Gilio), Suplemento Radar, Página 12, 18/1/04.
[3] Op cit. P.4
[4] Cuopland, Douglas. Amamos tanto a Morrisey, en revista Ñ, Clarín, 29/4/06.
[5] Shainberg, Lawrence. Entrevista a Samuel Beckett en Confesiones de escritores. Los reportajes de The Paris Review. El Ateneo.
[6] La idea de fan que trabajo la tomé prestada de la muestra que en diciembre pasado, en la galería porteña Belleza y felicidad, realizó el artista plástico Leonel Pinola. Intitulada Alta fidelidad la muestra era el resultado de la investigación del artista acerca del “carácter y el perfil del fan en la obra de los artistas y/o en la construcción de arte contemporáneo”. Aquí retomo la cuestión del fan relacionada a una forma de hacer periodismo y en este caso en particular en relación a la entrevista.
[7] Cuopland, Douglas. Op. cit. p. 34
[8] Shainberg, Lawrence. Op cit. p. 34. El subrayado es mío.
[9] Capote, Truman. Una adorable criatura, Anagrama, Barcelona, 1995.
[10] Fresán, Rodrigo. Así habló Andy Warhol, en suplemento Radar, Página 12, 19/9/04.
[11] Arfuch, Leonor. La entrevista, una invención dialógica. Buenos Aires, Paidós, 1995, p. 103.

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